La gestión de una especie tan profundamente arraigada en nuestras raíces como es el lobo ibérico supone unos de los mayores enfrentamientos entre los sectores implicados a los que podemos asistir en España a día de hoy en lo relacionado al medioambiente.

Por un lado encontramos a los ganaderos de extensivo que defienden su actividad como una de las de mayor calidad y arraigo dentro del sector. Para muchos ganaderos este sistema de explotación tradicional representa una forma de vida y la carne que producen es una de las de mayor calidad de toda la cabaña. También fundamentan su defensa en ser uno de los pilares de sustento de las poblaciones rurales que tanto se lucha por defender a nivel europeo y nacional.
Por otro lado están los cazadores como directos beneficiarios de esa herramienta de la administración llamada “control poblacional”. El cazador es siempre un defensor del medio natural en cuanto que su actividad depende directamente de la buena conservación de este. Entienden que para que las especies puedan tener un crecimiento ordenado y paralelo al desarrollo urbano deben ser gestionadas. Y dentro de este control poblacional es donde aparecen los cotos de caza y su gestión como pieza clave dentro de la defensa del propio lobo.
La tercera parte en discordia son los conservacionistas que abogan por la proliferación de esta especie emblemática e histórica de toda la península ibérica. Las organizaciones ecologistas sobre todo luchan por acabar con las prácticas ilegales en el sector de la caza y los ganaderos. Constantemente nos encontramos con noticias que reflejan los pocos escrúpulos de algunos de los agentes de ambos sectores. Por una lado los ganaderos que defraudan a la hora de la petición de ayudas o cobro de seguros por daños producidos por el lobo, como los problemas de furtivismo o malas prácticas en la caza como el uso de venenos o cebaderos. Pero la lucha conservacionista también se centra en las prácticas poco claras de la administración en cuanto a la gestión que realiza del territorio y de las especies que debiera conservar. Gestionar una especie protegida mediante el uso de las armas de fuego parece una práctica más que discutible cuando nos encontramos en pleno siglo XXI. También nos encontramos con problemas de transparencia presupuestaria en cuanto a la gestión cinegética, como el caso de la administración del Principado de Asturias.

Y por último tenemos la postura de la administración que se posiciona claramente del lado de la caza. A nivel autonómico encontramos la caza como aparentemente única herramienta de gestión de las poblaciones de lobo, cuando no se promueve la erradicación directa de dicha especie en determinados territorios. Y al mismo tiempo la administración estatal, con la Ministra García Tejerina a la cabeza, solicita a Europa la supresión de las figuras de protección de la especie al sur del río Duero.

Para terminar de hacernos a la idea de la complejidad del problema cabe destacar la enorme diversidad de posturas encontradas dentro de los mismos sectores. Desde posiciones más o menos radicales dentro de los conservacionistas, así como dentro de los ganaderos y cazadores. Vivo ejemplo del desencuentro que se produce fue el debate que se produjo dentro del incomparable marco del CONAMA 2014. En este reciente evento producido en Madrid pudimos asistir a una charla en la que encontramos a (de izquierda a derecha en la foto superior) José Luis Garrido Martín, Presidente honorífico de la Federación de caza de Castilla y León; José Ángel Arranz, Director General del Medio Natural de la Junta de Castilla y León; Joaquin Araujo como moderador; Luis Miguel Domínguez, presidente de la Asociación Lobo Marley y por último a Juan Antonio Valladares Álvarez, Vicepresidente de la Federación Estatal de Pastores. Cada uno reflejó sus posturas de una forma más o menos vehemente pero lo que sí pudimos observar en casi todos los ponentes es lo inmovilista de las posturas de cada uno, y no fue hasta el turno de preguntas cuando se empezaron a escuchar propuestas tangibles por parte del público asistente y se puso de manifiesto el verdadero interés que existe dentro del sector ambiental para llegar a una solución definitiva.
Cabe destacar que el único punto de encuentro se observaba en las constantes críticas a la administración, bien por su indefinición a la hora de tomar una estrategia clara a favor de la conservación del lobo, bien por la tardanza en el pago de las ayudas a los ganaderos por los daños ocasionados a sus rebaños o por el apoyo al lobby de los cazadores.
Buscar un punto de encuentro entre las diferentes posturas se hace imprescindible para llegar a un acuerdo duradero y que apueste por la conservación de una especie tan emblemática para nuestro país como el lobo ibérico. Pero para ello sería indispensable alejarnos de posturas radicales y estar abiertos a nuevas ideas, pues las nuevas generaciones tienen mucho que aportar en este conflicto enconado durante años.
El lobo no tiene ningún problema, sólo lucha por sobrevivir, el verdadero problema lo tenemos nosotros, que no somos capaces de convivir en armonía con nuestro entorno.

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